Receta
Ingredientes para el Fiambre
verduras y legumbres
1 coliflor
1 manojo de apio
4 chiles pimientos rojos
4 chiles pimientos verdes
16 onzas de arveja (pelada)
2 tazas de habas verdes
6 pacayas
1 repollo pequeño
1 libra de ejotes
1 docena de zanahorias
6 güisquiles
1 libra de frijol blanco
16 onzas de garbanzo
16 onzas de palmito
½ libra de aceitunas
4 onzas de alcaparras
1 libra de espárragos
8 onzas de elotillos
1 taza de maíz dulce
cebollas en escabeche al gusto
6 remolachas (opcional)
Carnes y Mariscos
½ libra de lomo de cerdo
2 pollos
4 onzas de lengua salitrada
4 onzas de salchichón y/o salami
4 onzas de salchichas
4 onzas de butifarras
4 onzas de chorizos
4 onzas de longanizas delgadas
4 onzas de mortadela
½ libra de jamón
1 libra de camarón pequeño
1 lata de sardinas
1 lata de atún (opcional)
Quesos
4 onzas de queso tipo americano
4 onzas de queso fresco
4 onzas de queso seco
Adorno
Lechuga para el fondo del plato o azafate pacayas, sardinas, espárragos, tiras de jamón, tiras de pollo, queso tipo americano, elotillos, chile pimiento rojo en tiritas, huevos duro en rodajas, aceitunas, chile chamborote, rábanos.
Preparación del caldillo
(24 horas antes de servir)
Licúe el caldo de pollo, el jugo de los espárragos, chiles pimientos, alcaparras, sardinas, camaroncillos. Agrégueles 2 onzas de aceite de oliva, ½ taza de vinagre, 3 huevos duros, perejil, jengibre, mostaza, salsa inglesa, sal, pimienta gorda y azúcar. Mézcleles el jugo de las verduras cocidas.
Preparación del Fiambre
Corte las verduras en trocitos o tiras, o deles formas especiales si así lo prefiere. Cocine cada verdura por separado agregándole sal al gusto, y guarde el jugo de cada una para el caldillo. Cocine la remolacha y agréguele un poco de azúcar. Guárdela aparte.
Cocine cada una de las carnes por separado y córtelas en trocitos. Ponga a cocer el pollo, luego, desmenúcelo y guarde el caldo para el caldillo del fiambre.
24 horas antes de servir el fiambre, bañe las verduras (menos la remolacha) con el caldillo preparado. Al día siguiente escurra las verduras. Mezcle todas las carnes, y agregue la mitad al mismo caldillo. Para preparar el fiambre mezcle las verduras con las carnes y el queso fresco y americano. Por último, agréguele las remolachas y revuelva los ingredientes hasta obtener un color rosado, no muy fuerte. Si desea, puede retirar las remolachas para evitar que el fiambre quede muy oscuro. Encima, eche el caldillo y revuelva todo junto. Sirva el fiambre sobre una base de lechuga y adórnelo a su gusto. Sobre cada plato agregue un poco de queso seco rallado. Como último detalle del fiambre no puede faltar el chile chamborote de adorno en cada plato que pase a la mesa y, ¡Buen provecho!
Aracely Morales de Ruano
Investigadora
jueves, 27 de octubre de 2011
Festividad de Todos los Santos
De acuerdo con el calendario católico, el mes de noviembre es el mes de “ánimas”, donde el día primero está dedicado a Todos los santos y el día dos, a los Fieles difuntos. Son dos festividades tradicionales que, dentro de las costumbres religiosas, obligan a misa para el alivio y descanso de las benditas ánimas del purgatorio y asueto laboral. Asimismo, son prácticas populares que mezclan ancestrales ritos paganos con tradiciones católicas traídas por los españoles, durante la época colonial, allá por los siglos XVI y XVII.
A pesar de que el hábito de orar por los difuntos y celebrar misa en su nombre es tan antigua como la Iglesia, esta fiesta se remonta al año 998 cuando fue instituida por San Odilón, monje benedictino y quinto abad de Cluny, en el sur de Francia, cuya abadía, en aquella época, era el mayor templo del mundo hasta la construcción de la Basílica de San Pedro, en Roma, en el siglo XVI. Este santo exhortó a sus monjes a rezar de modo especial por los difuntos. La acción de interceder por ellos se propagó rápidamente por todos los monasterios sometidos a la obediencia de Cluny o en relación con éstos, y de aquí a las iglesias seculares, convirtiéndose así en lo que San Odilón llamó Fiesta de los Muertos. Según el historiador Celso Lara “El culto a los muertos, a las ánimas de los antepasados, marca el inicio de la formación del mundo de lo sagrado y la cosmovisión de un pueblo, sea este cual fuere”.
En Guatemala, estos días se conmemoran haciendo visitas a los cementerios, a donde tradicionalmente se acude en familia, para estar un rato en el lugar donde reposan sus seres queridos y traerlos nuevamente a la memoria. Entre todos decoran sus tumbas, mausoleos y panteones con flores, coronas y adornos confeccionados con papel de china u otros materiales, además, depositan sobre su tumba las comidas y bebidas que le gustaban en vida al difunto acompañados de candelas o veladoras y un vaso de agua. Después de cumplido este ritual, velan durante toda la noche, como en el día del velorio, en medio de música de marimbas y mucho licor. De cierta forma, es un rito para celebrar la vida que se refuerza a través de las plegarias que se elevan al cielo. En las afueras de los cementerios se colocan ventas de comida, flores y, a veces, se montan pequeñas ferias con juegos para niños.
En sitios como Todos Santos Cuchumatán, un poblado en la montañas de Los Cuchumatanes, Huehuetenango, además de visitar los sepulcros, se llevan a cabo corridas de caballos y carreras de cintas en un entorno relajado con ancianos indígenas que cuentan anécdotas mientras se deleitan con la comida tradicional típica: el tamal negro. En otras ciudades como Santiago y Sumpango, Sacatepéquez, desde muy temprano por la mañana, sus habitantes se reúnen y se dirigen al cementerio local donde se realiza el famoso vuelo de los Barriletes gigantes. Esta es una ceremonia que sirve para ahuyentar los malos espíritus que pudieran perturbar el descanso de sus difuntos. Estos barriletes miden alrededor de dos a siete metros de diámetro y la actividad consiste en mover unos flecos multicolores con los que envían mensajes a los seres queridos del más allá, así los pobladores comunican a sus difuntos cómo están y envían peticiones especiales a Dios. La celebración termina con un almuerzo en el que degustan el plato principal y típico de esta fiesta: el fiambre.
En Sumpango, Sacatepéquez, por ejemplo, se cuenta que “La historia de esta fiesta deviene de una leyenda que dice que hace años el camposanto de la localidad, el Día de los Difuntos era invadido por espíritus malignos que llegaban para maltratar a las buenas ánimas cuyos cuerpos descansaban en la tierra. Los pobladores consultaron a los brujos y curanderos, quienes aconsejaron que la única forma de alejar esos espíritus fuera hacer que el viento chocara contra pedazos de papel, el ruido los alejaría de inmediato. Desde entonces, se construyen hermosos barriletes con estructura de caña de varal o de castilla, caña de bambú y papel de china”.
El escritor José Barnoya nos recuerda que en el Día de Todos Santos en Guatemala, los niños solían cantar o recitar estos versos:
Ángeles somos,
del cielo venimos,
limosnas pedimos,
puertas y ventanas,
nos la pagarán.
Se responde:
Esta limosna que has dado
con amor y anhelo,
será la primera escalera
para que subas al cielo.
Sin embargo, esta tradición con el paso del tiempo y la vida agitada que llevamos en la actualidad, han sido sustituidos por el treat or trick que caracteriza las fiestas anglosajonas del Halloween o Día de Brujas.
Otras de las manifestaciones populares fundamentales, que identifican a estas festividades en Guatemala, lo comprenden los platillos especiales que se preparan para estos días, entre los que destacamos: las Cabeceras o Canshul, preparado a base de verduras, especialmente: güisquil, perulero y güicoy. Este plato se llama así porque se coloca en la cabecera de la tumba. También, se degusta el delicioso Fiambre que se origina como comida de ofrenda y sacrificio para ser compartida con los antepasados, los amigos y la familia. Su origen se remonta hasta al año 1700 y se menciona, concretamente, en las crónicas del siglo XVII, pero sólo será dos siglos más tarde que esta comida adquiere rasgos nacionales. El Fiambre es una especie de ensalada que combina una serie de elementos culinarios como, por ejemplo, los provenientes de la cocina prehispánica: verduras y su cocimiento; de la española: embutidos, carnes y pescados; y de la árabe: quesos, aceitunas, alcaparras y otros aderezos. Todos estos ingredientes se mezclan se aderezan con varios caldillos, además de añadirles, por supuesto, los secretos de las cocineras que le dan un toque especial. Con el transcurso de los años, este plato se ha convertido en la comida tradicional guatemalteca del Día de Muertos o de Todos Santos. También, para acompañarlo, se preparan postres como el dulce de ayote, el jocote en dulce, la manzanilla en miel, los molletes.
Un ejemplo de la antigüedad de esta tradición culinaria se puede observar en el libro Cuadro de costumbres de José Milla, escrito entre 1861 y 1862, específicamente en el capítulo titulado: Visita al cementerio:
(…) ¿Para qué más reproducciones? Triste idea formaría, por cierto, de la literatura guatemalteca el que quisiera juzgarla por esas muestras. En el cementerio hay de todo, como en la viña del Señor; y así como he pasado por la vergüenza de leer inscripciones tan disparatadas como las que quedan reproducidas, vi otras bien sentidas y sencillas, cual cumple a la expresión del verdadero dolor. La multitud las leyó también, haciendo probablemente tan poco caso de las unas como de las otras; y cuando se hubo cansado de recorrer el panteón en todas direcciones y la luna comenzaba a derramar su pálida luz sobre los mármoles de los sepulcros, fue alejándose poco a poco en busca del fiambre y de los otros platos que la costumbre quiere engullan los vivos al regresar de la visita a los restos inanimados de los muertos. Fiambre, en buen castellano, es un adjetivo que significa el asado o cocido que se ha dejado enfriar para comerlo así. Entre nosotros es un sustantivo que designa un plato eminentemente nacional, compuesto de muchas hierbas y de muchas carnes, que se come frío también, de donde probablemente le viene el nombre. Creo que habrá muchos guatemaltecos que no hagan, en la víspera del día de difuntos, la visita al cementerio; pero dudo que haya un solo, sea de la clase que fuere, que deje de comer el fiambre, que se hace únicamente en ese día, aun cuando no habría inconveniente en fabricarlo en cualquier otro de los del año. Se hace así, porque asó se ha hecho siempre, y se seguirá haciendo hasta la consumación de los siglos, mientras haya en esta tierra costumbrera con qué condimentar un fiambre y quién se lo coma el Día de los Santos.
Aracely Morales de Ruano
Investigadora
A pesar de que el hábito de orar por los difuntos y celebrar misa en su nombre es tan antigua como la Iglesia, esta fiesta se remonta al año 998 cuando fue instituida por San Odilón, monje benedictino y quinto abad de Cluny, en el sur de Francia, cuya abadía, en aquella época, era el mayor templo del mundo hasta la construcción de la Basílica de San Pedro, en Roma, en el siglo XVI. Este santo exhortó a sus monjes a rezar de modo especial por los difuntos. La acción de interceder por ellos se propagó rápidamente por todos los monasterios sometidos a la obediencia de Cluny o en relación con éstos, y de aquí a las iglesias seculares, convirtiéndose así en lo que San Odilón llamó Fiesta de los Muertos. Según el historiador Celso Lara “El culto a los muertos, a las ánimas de los antepasados, marca el inicio de la formación del mundo de lo sagrado y la cosmovisión de un pueblo, sea este cual fuere”.
En Guatemala, estos días se conmemoran haciendo visitas a los cementerios, a donde tradicionalmente se acude en familia, para estar un rato en el lugar donde reposan sus seres queridos y traerlos nuevamente a la memoria. Entre todos decoran sus tumbas, mausoleos y panteones con flores, coronas y adornos confeccionados con papel de china u otros materiales, además, depositan sobre su tumba las comidas y bebidas que le gustaban en vida al difunto acompañados de candelas o veladoras y un vaso de agua. Después de cumplido este ritual, velan durante toda la noche, como en el día del velorio, en medio de música de marimbas y mucho licor. De cierta forma, es un rito para celebrar la vida que se refuerza a través de las plegarias que se elevan al cielo. En las afueras de los cementerios se colocan ventas de comida, flores y, a veces, se montan pequeñas ferias con juegos para niños.
En sitios como Todos Santos Cuchumatán, un poblado en la montañas de Los Cuchumatanes, Huehuetenango, además de visitar los sepulcros, se llevan a cabo corridas de caballos y carreras de cintas en un entorno relajado con ancianos indígenas que cuentan anécdotas mientras se deleitan con la comida tradicional típica: el tamal negro. En otras ciudades como Santiago y Sumpango, Sacatepéquez, desde muy temprano por la mañana, sus habitantes se reúnen y se dirigen al cementerio local donde se realiza el famoso vuelo de los Barriletes gigantes. Esta es una ceremonia que sirve para ahuyentar los malos espíritus que pudieran perturbar el descanso de sus difuntos. Estos barriletes miden alrededor de dos a siete metros de diámetro y la actividad consiste en mover unos flecos multicolores con los que envían mensajes a los seres queridos del más allá, así los pobladores comunican a sus difuntos cómo están y envían peticiones especiales a Dios. La celebración termina con un almuerzo en el que degustan el plato principal y típico de esta fiesta: el fiambre.
En Sumpango, Sacatepéquez, por ejemplo, se cuenta que “La historia de esta fiesta deviene de una leyenda que dice que hace años el camposanto de la localidad, el Día de los Difuntos era invadido por espíritus malignos que llegaban para maltratar a las buenas ánimas cuyos cuerpos descansaban en la tierra. Los pobladores consultaron a los brujos y curanderos, quienes aconsejaron que la única forma de alejar esos espíritus fuera hacer que el viento chocara contra pedazos de papel, el ruido los alejaría de inmediato. Desde entonces, se construyen hermosos barriletes con estructura de caña de varal o de castilla, caña de bambú y papel de china”.
El escritor José Barnoya nos recuerda que en el Día de Todos Santos en Guatemala, los niños solían cantar o recitar estos versos:
Ángeles somos,
del cielo venimos,
limosnas pedimos,
puertas y ventanas,
nos la pagarán.
Se responde:
Esta limosna que has dado
con amor y anhelo,
será la primera escalera
para que subas al cielo.
Sin embargo, esta tradición con el paso del tiempo y la vida agitada que llevamos en la actualidad, han sido sustituidos por el treat or trick que caracteriza las fiestas anglosajonas del Halloween o Día de Brujas.
Otras de las manifestaciones populares fundamentales, que identifican a estas festividades en Guatemala, lo comprenden los platillos especiales que se preparan para estos días, entre los que destacamos: las Cabeceras o Canshul, preparado a base de verduras, especialmente: güisquil, perulero y güicoy. Este plato se llama así porque se coloca en la cabecera de la tumba. También, se degusta el delicioso Fiambre que se origina como comida de ofrenda y sacrificio para ser compartida con los antepasados, los amigos y la familia. Su origen se remonta hasta al año 1700 y se menciona, concretamente, en las crónicas del siglo XVII, pero sólo será dos siglos más tarde que esta comida adquiere rasgos nacionales. El Fiambre es una especie de ensalada que combina una serie de elementos culinarios como, por ejemplo, los provenientes de la cocina prehispánica: verduras y su cocimiento; de la española: embutidos, carnes y pescados; y de la árabe: quesos, aceitunas, alcaparras y otros aderezos. Todos estos ingredientes se mezclan se aderezan con varios caldillos, además de añadirles, por supuesto, los secretos de las cocineras que le dan un toque especial. Con el transcurso de los años, este plato se ha convertido en la comida tradicional guatemalteca del Día de Muertos o de Todos Santos. También, para acompañarlo, se preparan postres como el dulce de ayote, el jocote en dulce, la manzanilla en miel, los molletes.
Un ejemplo de la antigüedad de esta tradición culinaria se puede observar en el libro Cuadro de costumbres de José Milla, escrito entre 1861 y 1862, específicamente en el capítulo titulado: Visita al cementerio:
(…) ¿Para qué más reproducciones? Triste idea formaría, por cierto, de la literatura guatemalteca el que quisiera juzgarla por esas muestras. En el cementerio hay de todo, como en la viña del Señor; y así como he pasado por la vergüenza de leer inscripciones tan disparatadas como las que quedan reproducidas, vi otras bien sentidas y sencillas, cual cumple a la expresión del verdadero dolor. La multitud las leyó también, haciendo probablemente tan poco caso de las unas como de las otras; y cuando se hubo cansado de recorrer el panteón en todas direcciones y la luna comenzaba a derramar su pálida luz sobre los mármoles de los sepulcros, fue alejándose poco a poco en busca del fiambre y de los otros platos que la costumbre quiere engullan los vivos al regresar de la visita a los restos inanimados de los muertos. Fiambre, en buen castellano, es un adjetivo que significa el asado o cocido que se ha dejado enfriar para comerlo así. Entre nosotros es un sustantivo que designa un plato eminentemente nacional, compuesto de muchas hierbas y de muchas carnes, que se come frío también, de donde probablemente le viene el nombre. Creo que habrá muchos guatemaltecos que no hagan, en la víspera del día de difuntos, la visita al cementerio; pero dudo que haya un solo, sea de la clase que fuere, que deje de comer el fiambre, que se hace únicamente en ese día, aun cuando no habría inconveniente en fabricarlo en cualquier otro de los del año. Se hace así, porque asó se ha hecho siempre, y se seguirá haciendo hasta la consumación de los siglos, mientras haya en esta tierra costumbrera con qué condimentar un fiambre y quién se lo coma el Día de los Santos.
Aracely Morales de Ruano
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